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Otra Página del Submarino C3. Another Page dedicated to Submarine C3. Trascripción del artículo publicado en la REVISTA GENERAL DE MARINA de Junio de 1996 - Tomo 230
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Los sueños perdidos. Crónica de un marino español (Autora: Rita Campillo)

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portadaritapEn esta página y por gentileza de la autora, podemos leer en primicia el primer capítulo y contraportada del libro que se ha publicado recientemente en la EDITORIAL DE LA UPV (Universidad Politécnica de Valencia, España).

El material que se reproduce aquí está protegido por derechos de propiedad intelectual de la Autora y no se puede reproducir de ninguna forma, sin su previo consentimiento.

DEDICATORIA:

A Soledad, eterna compañera en sus soledades.

Y a Rita, la hermana que murió llorándole.

In this page and per Author’s courtesy we reproduce first chapter of this book recently published by «EDITORIAL DE LA UPV» (Universidad Politécnica de Valencia, España).
The material that reproduces here is protected by rights of intellectual property of the Author and it is illegal to be reproduced of any form, without her previous consent.
The contents of this chapter is a real poestry and we will not  translate to English with the intention to  preserve the style and content.

DEDICATION:

To Soledad, eternal partner in his loneliness.

And Rita, the sister who died mourning his leaving.

CAPÍTULO – I

El día que los iban a matar a Joaquín Ruiz lo despertó la tristeza.

Después de una noche de sueños inciertos tenía el corazón pesado, como lleno de arena.

El horizonte nítido, el cielo sin una sola nube, las aguas navegables hasta siempre, era el día doce de diciembre de mil novecientos treinta y seis.

Mientras tomaba café y esperaba la hora para relevar a sus compañeros se encontró con su buen amigo Enrique Más que había de acompañarle en la guardia. Joaquín le contó que estaba locamente enamorado de una bella muchacha llamada Solita y que había soñado que ella estaba soñando con él.

Enrique le dijo que también él había tenido un extraño sueño en el que veía a su madre llorando desconsoladamente mientras bordaba un sudario.

Terminaron su desayuno y se incorporaron al trabajo, el día se anunciaba tenso y había demasiadas cosas que hacer.

Se enfrascaron en su tarea uno junto al otro y cada uno ensimismado en sus propios pensamientos.
Joaquín había nacido veinticinco años antes en Cabezo de Torres, su padre era Guardia Civil y él el cuarto hijo vivo del matrimonio que, en los cuatro años anteriores a su nacimiento, había perdido otros tres hijos, todos ellos de pocos meses de vida.

Pasaron cuatro años hasta que su padre fue destinado a Fuente Álamo. Allí vivió tres años, nació su hermana Rita y enterraron a su hermana Trinidad, apenas adolescente, que murió víctima de unas fiebres tercianas.

Siempre la recordó como transparente, bañada en lágrimas, lloraba de manera tranquila y callada y cuando trataban de consolarla miraba con su grandes ojos de náufrago y decía segura

– Me gusta llorar.

Probablemente fue la Casandra de la tragedia griega en la familia, tal vez intuyó desde siempre los duelos venideros, tantos días de espantos .

No repuestos aún del luto por la hermana, el padre recibió una nueva orden de traslado, su destino era el Cuartel de Santa Lucía en Cartagena.

Allí llegaron y allí quedó el niño prendido por la Mar para siempre, con un pacto eterno.

ritafoto19ompEscapaba una y otra vez para sentirla, caminaba por los espigones con la mirada perdida en su infinidad o se lanzaba a su seno llegando a recorrer distancias tan inusitadas para un niño de su edad que escalofriaban a su padre cuando se enteraba.

Su hermano Antonio, el hijo mayor, que por entonces tenía dieciocho años, había ingresado en la Guardia Civil unos meses atrás y marchó destinado a Barcelona.

La familia vivía en la Casa Cuartel en una pieza donde imperaba el decoro de la pobreza, estaba compuesta por una sala comedor, dos pequeñas habitaciones y una modesta cocina siendo los aseos y el patio central zona comunitaria.

Su hermana Josefa, de once años, se iniciaba en las labores del bordado a máquina al tiempo que cuidaba a Rita que comenzaba a dar sus primeros pasos.

Así se forjó su infancia, entre la Mar y la vida castrense, elementos que habían de ser el camino durante toda su vida.

El padre intentó que el hijo fuese zapatero, en calidad de aprendiz lo puso al servicio de un artesano que, a pesar de reconocer las habilidades e interés del pequeño, previó otros sueños en él.

Un día le espetó al padre

– Llévese al niño, él quiere ser marino desde que nació.

La noticia le sonó como un zarpazo en el aire, los recursos económicos de la familia alcanzaban apenas para subsistir no sin ciertas penurias, era una locura plantearse ciertos sueños.

Pero el niño lo logró, con poco más de doce años consiguió su admisión en la Escuela de Marinería en El Ferrol, como hijo pobre de Guardia Civil.

Rita salió del Cuartel como cada tarde a buscar la carbonilla para la cocina y los braseros.

Recorría los casi dos kilómetros que separaban su casa del almacén sobrecogida de espanto porque pasaba junto a unas cuevas repletas de gentes extrañas que atemorizaban su alma de niña.

Pero aquella tarde tuvo una alegría indescriptible, se encontró una peseta.

Loca de gozo llegó al Cuartel y se lo dijo a su madre que sin pensárselo dos veces le anunció

– Mañana hay una rifa, vamos a comprar un papeleta y si nos tocan las cien pesetas de premio escribiremos a los Reyes Magos y te traerán esa muñeca de porcelana que tanto ansías.

Y les tocó el premio, pero Rita siempre habría de recordar cómo a su madre se le torció la intención y destinó el dinero para pagar el primer viaje del hermano a la Escuela de Marinería en El Ferrol.

Esa Navidad, a la niña, una vez más, los Reyes Magos le trajeron la misma muñeca de años anteriores a la que la hermana había confeccionado un primoroso vestido blanco bordado a máquina que no conseguía cubrir todas las huellas que el paso del tiempo había dejado en su cuerpo de cartón.

La vida comenzó con un nuevo rumbo marcado por la nostalgia que la ausencia de los hijos producía en la familia. El tiempo quedaba establecido por sus cartas y sus visitas que suponían un vuelco en la rutina cotidiana.

El niño, ya casi adolescente, comenzó a navegar, a sentir y gozar la libertad que la Mar regala a los hombres que la aman tanto como él lo hacía.

En la primera visita que hizo a su familia relató durante horas los penosos trabajos de instrucción a los que era sometido pero los ojos se le encendían cuando hablaba de las cortas travesías que ya entonces realizaba, era irremediable, estaba perdidamente enamorado de la Mar.

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Sus notas eran excelentes, su expediente intachable y su progreso tan indiscutible como el tesón y el sentido de la responsabilidad que sus padres le habían inculcado con su ejemplo y su visión clarividente de una vida de honor.

En uno de los viajes a casa supo de los amores de su hermana Josefa con un Guardia Civil llamado Ginés, se lo contó Rita que era la mensajera de los amantes.

Con la niña, Ginés enviaba flores a Josefa y está le devolvía el cumplido al amado entregando a la pequeña un pañuelo con sus iniciales bordadas, jamás mantuvieron correspondencia porque Josefa no aprendió en toda su vida a leer ni a escribir a pesar del férreo empeño con que sus padres lo intentaron, tan sólo fue capaz de reconocer las letras que como iniciales precisaba para su oficio y a reproducirlas calcándolas de los cuadernillos de bordado.

Pero aquellos amores nacieron con el signo contrariado, Ginés estaba destinado en un Cuartel cercano y allí conoció a una mujer a la que no amaba pero con la que mantuvo una relación fugaz.

Un día le dijo al padre de Josefa

– Joaquín, he dejado embarazada a una mujer pero quiero a su hija.

El padre replicó tajante

– Cúmplale a esa mujer, Ginés, y olvídese para siempre de mi hija.
Josefa jamás se recuperó de esta pérdida, su amor impávido le acababa de segar el alma y ya nunca sentiría igual.

CONTRAPORTADA DEL LIBRO

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Esta es la historia de un valiente marino que formaba parte de la dotación del submarino C-3 y que junto a sus compañeros laboró durante la Guerra Civil española defendiendo al legítimo Gobierno de la República hasta dar la vida por la causa y a los que aún no hemos dado digna sepultura.

El C-3, con base en Cartagena, fue hundido en aguas de la bahía de Málaga por el submarino alemán U-34 el día doce de diciembre de mil novecientos treinta y seis a las catorce horas diecinueve minutos.

Descubierta su localización de manera fortuita por el abogado malagueño Antonio Checa en 1997 y confirmado el hallazgo de manera oficial tras las oportunas pruebas que realizó la Marina Española en 1998, el C-3 reposa con sus hombres en el fondo del mar que un día los acogió en su seno.

Hace cinco años que lanza desde las profundidades un mensaje callado pero permanente en forma de fuel que llega a la superficie, como pidiendo un rescate, como reclamando a gritos volver a casa después de tan largo viaje.

Aunque este libro es la historia de uno de ellos, queremos que sirva también de homenaje merecido a sus compañeros, valerosos hombres de honor que con el martirio de sus vidas intentaron evitar que nuestra Patria se viera bajo el régimen del terror y la muerte.

Aparentemente no lo lograron porque fueron necesarios demasiados lustros de luto y duelo para salir de una oscuridad en la que nos sumieron los que provocaron la tragedia.

Hoy la historia se reescribe y, a poco que nos demos cuenta, vemos que en nuestra Guerra Civil no hubo vencedores, tan solo hubo vencidos de uno u otro signo, vencidos en la vida o vencidos en el honor.

Los marineros del C-3 sólo fueron vencidos en la vida, su honor está intacto y hoy se hace más grandioso y ejemplificador que nunca.

Hasta pronto marineros, esperamos vuestra arribada a buen puerto.

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